HISTORIAS DE LA CALLE ( CAP. I)

El primer beso que nos dimos,
Fue relámpago en cantera de un desierto,
Y fue golpe directo al campo de mi mismo,
Que se moría por desearte desde momentos de brisa en huracán.


Culpable yo, de detestar tu desaparición entre tanta gente,
Inocente tú, de ser transparente a todas horas del día,
Más no de comunicación hablo, si no de la fuerza de tu luz,
Que batalla contra noche y contra día. 


Mis manos como mordidas por anzuelo de peste y destrucción, 
Tus labios tan finos como la delgada linea,
Entre tenerlo todo y no tener nada,
Que día a día piso sin saberlo y maniobro en ella sin siquiera verlo.


Y es cuestión de vista, mas no de mi visión,
Por que ninguna de las dos es buena,
Pero la primera es torpemente inaceptable, 
Ante la segunda que aún peor debería ir siendo.


Muro frío,
Carpa rodante del circo culinario,
Tu peso es ni la mitad del mío,
Pero es gigante cuando de mi mente se trata.


Por eso pinta tus paredes del azul de mis lágrimas,
Para que siempre te recuerdes la razón de lo que hago,
De lo que te hago, a ti y a nadie más, hasta donde sabes,
Por que si te dijera una de tantas verdades,
Rompería ese corazón tan rojo y descarnado,
Que veo en mi, postrado, sabiendo que es tuyo y que aún así,
Tú no logras verlo aunque lo intentes;
Mi pequeño ciego, perrito lazarillo de grandes dientes.

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